Alejada del bullicio cotidiano que conlleva habitar una ciudad, en su propia cabaña en medio del bosque, sin vecinos aparentes, o algún tipo de contacto personal con la sociedad, una psicóloga (Arcelia Ramírez) recibe una oferta por teléfono de atender a una paciente (Olga Segura), que según se describe, constituye un ‘caso especial’, y aunque la psicóloga asegura ya no atender pacientes en lo absoluto, por una u otra razón, decide recibir este ‘caso especial’.
Es ahí donde la historia comienza.
Si hay algo que hace interesante a esta cinta es el sentido de que por un buen rato no sólo existe un coqueteo mental entre los personajes, sino a su vez también entre la narrativa y el espectador, quien aunque incrédulo, no puede dejar de sentirse atraído por el misterio (un poco forzado, pero efectivo) que representa la paciente Verónica de la Serna.
Las actuaciones son objeto de desconfianza, no en la habilidad de las actrices, sino en la historia misma, pues con matices a veces exagerados y acentos un poco teatrales, eliminan cualquier efecto de naturalidad que haría que la historia se sintiera real, ¿pero será realmente una falla? ¿o será una ejecución premeditada que deja una sensación de que lo que estamos viendo es prefabricado?
Porque a final de cuentas, si a algo nos lleva la película en su climax es a cuestionarnos quién existe en la realidad: ¿la psicóloga, la paciente o ninguna?
Verónica es una película ideal para todo aquél que quiera disfrutar de una historia de suspenso que juega de rato en rato con la mente de aquél que le preste 81 minutos.
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